El lupus eritematoso sistémico (LES) es una enfermedad crónica autoinmune que puede afectar múltiples sistemas del cuerpo, incluyendo la piel, las articulaciones, los riñones, el cerebro y otros órganos internos. En el LES, el sistema inmunitario, que normalmente protege al cuerpo contra infecciones, ataca por error a los tejidos sanos, causando inflamación y daño en los órganos afectados.
El LES es una enfermedad compleja y su presentación clínica puede variar ampliamente entre los pacientes. Los síntomas comunes incluyen fatiga, fiebre, dolor y hinchazón en las articulaciones, erupciones cutáneas, especialmente una erupción en forma de mariposa que aparece en las mejillas y el puente de la nariz, y fotosensibilidad. También puede haber síntomas más graves como pleuritis, pericarditis, nefritis lúpica, convulsiones, y trastornos hematológicos como anemia, leucopenia y trombocitopenia.
La causa exacta del LES no se conoce, pero se cree que es el resultado de una combinación de factores genéticos, hormonales, ambientales y posiblemente infecciosos. El LES es más común en mujeres que en hombres, con una proporción de aproximadamente 9:1, y suele diagnosticarse entre los 15 y 45 años de edad.
El diagnóstico del LES se basa en una combinación de criterios clínicos y de laboratorio. No existe una única prueba diagnóstica para el LES; en cambio, el diagnóstico se realiza a partir de la evaluación de los síntomas clínicos y los resultados de diversas pruebas de laboratorio, incluyendo la detección de anticuerpos antinucleares (ANA), anticuerpos anti-dsDNA, anti-Sm, y otros anticuerpos específicos. Además, se pueden realizar pruebas de función renal, análisis de orina, y estudios de imagen para evaluar el grado de afectación orgánica.
El curso de la enfermedad puede ser variable, con períodos de exacerbaciones (brotes) y remisiones. Durante los brotes, los síntomas pueden intensificarse, mientras que durante las remisiones, los síntomas pueden mejorar significativamente o desaparecer temporalmente. La gravedad y el pronóstico del LES dependen de la extensión de la afectación orgánica y de la rapidez con la que se inicie y se ajuste el tratamiento adecuado.
La gestión del LES requiere un enfoque multidisciplinario que involucra a reumatólogos, nefrólogos, dermatólogos y otros especialistas según sea necesario. El tratamiento se centra en controlar los síntomas, reducir la inflamación, prevenir los brotes y minimizar el daño orgánico. Esto puede implicar el uso de antiinflamatorios no esteroides (AINEs), corticosteroides, inmunosupresores y terapias biológicas, entre otros medicamentos.
En resumen, el lupus eritematoso sistémico es una enfermedad autoinmune multisistémica con una presentación clínica variada y un curso impredecible. Su diagnóstico requiere una evaluación cuidadosa y su tratamiento una gestión integral para mejorar la calidad de vida del paciente y prevenir complicaciones graves.