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¿Q¿Qué es la heparina y por qué juega un papel determinante en la prevención de la trombosis venosa?
La heparina es una sustancia producida de forma natural por el organismo. Está presente en los pulmones, el hígado y otros tejidos, cumpliendo un papel fundamental en la prevención de la trombosis venosa, una condición médica que puede tener graves consecuencias si no se trata a tiempo.
El flujo sanguíneo es como un río que fluye de manera constante por el cuerpo. Si ese flujo es obstruido por la formación de coágulos sanguíneos (trombos) y estos se forman en las venas, se produce lo que se conoce como trombosis venosa.
Una condición que puede ser muy peligrosa, porque los coágulos se pueden desprender y viajar por el torrente sanguíneo. Si llegan a los pulmones pueden provocar una embolia pulmonar, que es una complicación potencialmente mortal.
La heparina actúa como un anticoagulante natural, es decir, que previene la formación de trombos. Por eso, es esencial en la prevención de la trombosis venosa.
Como medida de prevención, se utiliza para prevenir la formación de coágulos en personas que tienen riesgo de sufrir una trombosis. Por ejemplo, quienes se han sometido a una cirugía o tienen que permanecer inmovilizados durante un largo tiempo.
Si la trombosis venosa ya se ha producido, la heparina se administra como tratamiento agudo, a fin de que ayude a disolver los coágulos y a prevenir la formación de nuevos.
Al aplicar heparina se está reduciendo de manera significativa el riesgo de que haya complicaciones graves y potencialmente mortales asociadas a la trombosis venosa.
Tipos de heparina y su aplicación
Hay dos tipos de heparina. La fraccionada es la forma original y requiere una monitorización constante de los niveles de coagulación en sangre. La de bajo peso molecular es la más moderna y, como su acción es más predecible, no requiere de tanto monitoreo.
En ambos casos, la heparina se puede administrar de dos formas:
- Vía intravenosa para una acción rápida y efectiva.
- Vía subcutánea para una liberación más lenta y prolongada.
Al tratarse de un medicamento potente, su uso debe ser pautado y supervisado por profesionales de la salud. Cuando no se recurre a la misma en aquellos casos en los que sí debería haberse utilizado, o si se aplica inadecuadamente, se trata de una negligencia médica frente a la que se puede reclamar.
¿Se debe pautar heparina en todos los casos?
La heparina es un fuerte anticoagulante que no se prescribe de manera indiscriminada a todos los pacientes. Su uso debe ser individualizado y evaluado de forma cuidadosa por los facultativos, atendiendo a las condiciones de salud concretas de cada persona.
Su uso generalizado se desaconseja porque puede interferir en la coagulación normal de la sangre, aumentando con ello el riesgo de hemorragias internas o externas. Además, cada paciente responde de manera diferente ante este medicamento en función de factores como su edad, el peso, su función renal y la presencia de otras enfermedades.
Dado que existen otros anticoagulantes disponibles, es el médico el que debe evaluar en cada caso cuál es la solución más adecuada.
¿Cuándo se recomienda el uso de heparina?
Lo habitual es prescribir este medicamento en los siguientes casos:
- Prevención de la trombosis venosa profunda. Especialmente en pacientes que han sido sometidos a cirugía, deben estar inmovilizados durante un largo tiempo o tienen un alto riesgo de formación de coágulos.
- Tratamiento de la trombosis venosa y la embolia pulmonar. Para disolver los coágulos y prevenir la aparición de nuevos trombos.
- Prevención de complicaciones trombóticas en pacientes que tienen enfermedades como el síndrome de anticuerpos antifosfolípidos o fibrilación auricular.
La importancia de la evaluación individualizada
Para prevenir complicaciones, antes de pautar un tratamiento con heparina el facultativo lleva a cabo una evaluación exhaustiva del paciente, atendiendo a su historia clínica, a la exploración física practicada y al resultado de las pruebas de laboratorio (recuento de plaquetas, función renal y coagulograma, entre otras).
Basándose en este examen el médico puede determinar:
- Si es necesario el tratamiento anticoagulante.
- Cuál es el anticoagulante más adecuado.
- La dosis necesaria.
- La duración del tratamiento.
Es importante tener claro que la heparina es una herramienta muy valiosa en el tratamiento de la trombosis, pero su uso siempre debe ser individualizado y evaluado de forma cuidadosa. No todos los pacientes necesitan heparina ni los que la necesitan tienen que recibir la misma dosis. Dado que su empleo también implica ciertos riesgos, es importante evaluar si hay otras alternativas disponibles y, en su defecto, pautar correctamente la cantidad a administrar.
Consecuencias de no prescribir heparina a pacientes que sí la necesitan
No prescribir este medicamento puede suponer un riesgo para la salud de las personas.
Trombosis venosa profunda
Si no se administra heparina cuando debería hacerse, la principal consecuencia que se puede producir es que haya una trombosis venosa profunda (TVP) que puede ocasionar una embolia pulmonar.
La TPV se produce cuando se forma un coágulo de sangre en una vena profunda, generalmente en la zona de las piernas. Si ese coágulo se desprende y acaba llegando a los pulmones, provoca una embolia pulmonar. Esta es una afección médica grave que implica que el flujo sanguíneo no está llegando a los pulmones como consecuencia de ese trombo que se ha alojado en la arteria pulmonar.
Los síntomas de la embolia incluyen dificultad para respirar, dolor en el pecho y tos seca o con sangre. Además, también puede aparecer otra sintomatología como taquicardia, sudoración excesiva, ansiedad, mareos y desmayos. En los casos más graves, si no se trata a tiempo, la embolia pulmonar puede causar la muerte del paciente.
El síndrome postrombótico
Este síndrome es una complicación a largo plazo de la TPV, que se da aunque el coágulo de sangre haya sido disuelto.
Al formarse el coágulo en una vena, esto puede dañar la válvula venosa, que es la estructura que impide que la sangre fluya hacia atrás. Como consecuencia, se puede producir una insuficiencia venosa crónica en la que las venas no son capaces de bombear la sangre de forma eficiente hacia el corazón.
Los síntomas del síndrome incluyen:
- Sensación de pesadez, calambres o dolores en la pierna afectada. Especialmente al estar de pie o al caminar.
- Hinchazón de la pierna, especialmente en el tobillo y la pantorrilla.
- La piel de la zona afectada se puede volver más oscura y presentar un aspecto escamoso y un tacto endurecido.
- En los casos más graves pueden aparecer úlceras en la piel, especialmente cerca del tobillo.
- Puede generar la aparición de venas varicosas. Venas que se dilatan y se vuelven visibles bajo la piel.
El tratamiento de este síndrome incluye el uso de medias de compresión, hacer ejercicio de manera regular para mejorar la circulación, mantener las piernas elevadas para reducir la hinchazón y tomar fármacos específicos para la inflamación y el dolor.
En los casos de mayor gravedad se recurre a la escleroterapia, un procedimiento médico que trata las venas varicosas, y a la cirugía para corregir el daño venoso.
Aunque hay tratamiento, lo ideal es prevenir la aparición del síndrome postrombótico evitando o tratando la trombosis venosa profunda de manera oportuna y adecuada. Esto incluye el uso de anticoagulantes como la heparina y otras medidas para prevenir la aparición de coágulos.
Factores de riesgo para la TPV
Hay pacientes que tienen ciertos factores de riesgo y, por tanto, tienen una mayor posibilidad de desarrollar TPV y el síndrome postrombótico:
- Personas sometidas a una cirugía mayor, especialmente en la zona de las piernas o el abdomen.
- Quienes tienen que estar inmovilizados durante un tiempo prolongado, como consecuencia de una fractura o de una enfermedad grave.
- Pacientes con ciertos tipos de cáncer que aumentan el riesgo de coagulación.
- Personas con obesidad, que toman anticonceptivos hormonales o que tienen un historial familiar de trombosis.
- Mujeres embarazadas y en puerperio.
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¿Qué ocurre si la heparina es mal pinchada?
La forma más habitual de administrar la heparina es mediante una inyección subcutánea, introduciendo la aguja en la capa de grasa que hay justo debajo de la piel. Lo común es pinchar en la zona del abdomen, los muslos o los brazos. Esto permite que sea el propio paciente, o un tercero sin formación sanitaria, el que pueda administrar el medicamento.
Pasos para pinchar la heparina
- Lavarse bien las manos con agua y jabón para prevenir las infecciones.
- Tener todo el material a mano: el vial de heparina, la jeringa desechable con aguja, alcohol, algodón y un recipiente para desechar los objetos punzantes sin riesgo de accidentes.
- Se escoge la zona para poner la inyección, se limpia con un algodón empapado en alcohol y se deja secar al aire. La inyección se pone en un lugar alejado de hematomas o cicatrices. Si se pone en el abdomen, no debe hacerse cerca del ombligo.
- Se retira el capuchón de la aguja y se extrae la dosis correcta de heparina del vial. A continuación se expulsa cualquier burbuja de aire de la jeringa, pulsando el émbolo hasta que salga un poco de líquido.
- Hay que pellizcar la piel con la mano, cogiendo un pliegue entre el pulgar y el índice.
- Con la otra mano se inserta la aguja en dicho pliegue en un ángulo de 90 grados. Basta con pinchar suavemente, no hay que aplicar mucha fuerza.
- Se empuja lentamente el émbolo de la jeringa para inyectar la heparina.
- Se retira la aguja con un movimiento limpio y rápido y se aplica presión sobre el lugar de la inyección con un algodón.
- Se desecha la jeringa.
En el caso de personas que tengan que usar heparina durante varios días, se aconseja cambiar la zona del pinchazo para evitar irritaciones. En ningún caso hay que masajear la zona después de la inyección, ya que esto favorece la aparición de hematomas.
La frecuencia y la dosis de heparina que debe administrarse tienen que respetar siempre las pautas dadas por el médico. Si se detecta cualquier efecto secundario hay que comunicarlo inmediatamente al facultativo.
Heparina intravenosa
En aquellos casos en los que se ha detectado la presencia de un coágulo, se recurre a aplicar la heparina por vía intravenosa. Inyectando directamente el medicamento en la vena del paciente, para que tenga un efecto más rápido y potente.
Esta administración se lleva a cabo en el entorno hospitalario y siempre por parte de los profesionales sanitarios. Los pasos incluyen:
- Preparación de la solución de heparina en una bolsa o frasco.
- Inserción de una vía intravenosa en la vena del paciente, generalmente en el brazo o en la mano.
- Administración de una dosis inicial de heparina (se conoce como “bolo”) para lograr un efecto anticoagulante rápido.
- Tras el bolo se conecta la solución de heparina a una bomba de infusión continua para mantener niveles terapéuticos del medicamento en sangre.
En el tratamiento con heparina intravenosa es fundamental monitorizar al paciente. Se realizan pruebas de coagulación para medir la eficacia del medicamento y se presta especial atención a cualquier signo de sangrado como pueden ser los hematomas, el sangrado de encías o las heces oscuras. Puesto que la heparina puede afectar a la función renal, se realizan pruebas periódicas para supervisar que todo esté en orden.
Heparina mal pinchada
La administración incorrecta de la heparina puede dar lugar a diversas complicaciones más o menos graves, entre las que se pueden destacar:
- Hematoma. Se produce si la aguja perfora un pequeño vaso sanguíneo, lo que causa la acumulación de sangre bajo la piel. Es el efecto secundario más habitual de la heparina mal pinchada y no reviste mayor gravedad.
- Dolor. Si la inyección no está bien puesta y se ha pinchado un nervio o se ha inyectado el medicamento muy rápido, es común que aparezca dolor en la zona tratada.
- Infección. Si no se siguen las medidas de asepsia adecuadas en la administración de la inyección, se puede producir una infección en la zona.
- Absceso. En los casos graves de infección se produce un absceso o acumulación de pus en la zona que se ha pinchado.
- Necrosis cutánea. Un efecto secundario poco común es la muerte de las células de la piel. Esto se produce cuando se inyecta una dosis concentrada de heparina directamente en un vaso sanguíneo o en tejido subcutáneo.
Las complicaciones pueden aparecer si se aplica una técnica de inyección inadecuada. Por ejemplo, si se introduce la aguja a mucha profundidad o en un ángulo incorrecto. También se pueden producir por contaminación de la aguja o del vial, si no están tan limpios como deberían.
Otro factor detonante de estos efectos es que se administre la heparina en un lugar inadecuado, como en una zona con un hematoma.
En otros casos, la inflamación y el dolor derivan directamente de una reacción alérgica al medicamento, aunque este se haya administrado de forma correcta.
¿Cómo saber si fue una negligencia médica?
Las reclamaciones de negligencias médicas por no pautar heparina, o por pautarla cuando esta no es recomendable, son relativamente frecuentes. Lo complicado en estos casos es determinar si realmente la decisión de pautar o no heparina estaba o no justificada.
Esta es una cuestión que hay que evaluar caso por caso, pero en líneas generales, se entiende que hubo negligencia si:
- No se prescribió la heparina cuando esta estaba indicada. Si el protocolo médico y las guías clínicas establecen claramente la necesidad de administrar heparina en una situación particular, si el médico omitió su prescripción, se puede considerar que existe una negligencia.
- Se prescribió una dosis inadecuada, tanto si la cantidad indicada fue demasiado baja como si fue demasiado alta.
- No se monitorizaron adecuadamente los efectos secundarios. Se sabe que este medicamento puede causar hemorragias. Si no se ha llevado a cabo un adecuado control del estado de salud del paciente y este ha sufrido complicaciones hemorrágicas, se podría considerar que ha existido una negligencia.
Para determinar si ha habido o no negligencia hay que considerar varios factores:
- Lo que establecen los protocolos médicos y las guías clínicas sobre el uso de heparina en casos similares al del paciente afectado.
- Los factores de riesgo que presentaba el propio paciente. Si tenía más o menos riesgo conocido para la formación de coágulos de sangre.
- Si se evaluaron de forma correcta los riesgos y los beneficios de administrar heparina.
- Si se tuvieron en cuenta otras opciones terapéuticas disponibles.
- La documentación relativa a la prescripción o falta de prescripción de la heparina y las causas que justificaron la decisión médica.
Una evaluación individualizada
Cada caso es único y, precisamente por eso, se debe evaluar de manera individualizada. Es el abogado especializado en negligencias médicas el que está mejor capacitado para analizar la documentación médica, entrevistar a testigos y consultar con expertos médicos para evaluar si una reclamación en vía administrativa o judicial puede prosperar.
Si se determina que hubo negligencia en la prescripción o aplicación de la heparina, el paciente (o sus familiares si este ha fallecido) tienen derecho a una indemnización por los daños y perjuicios sufridos. Además, el reconocimiento público de las negligencias puede servir para identificar áreas de mejora en los protocolos médicos y prevenir futuros errores.
¿Cuándo y cómo reclamar?
Es interesante considerar la presentación de una reclamación por negligencia médica si se han sufrido daños o complicaciones como consecuencia de la falta de prescripción de heparina o de una mala administración de la misma.
Si un profesional médico ha confirmado que el estado actual del paciente se debe a un problema con la heparina y que la atención médica recibida en su momento estuvo por debajo de los estándares de cuidado.
Pasos para hacer la reclamación
Lo primero es recopilar toda la documentación médica:
- Historia clínica relacionada con el incidente.
- Informes de los especialistas consultados después del incidente.
- Facturas médicas relacionadas con el tratamiento recibido (si se ha acudido a la sanidad privada).
Después hay que consultar con un abogado especializado en negligencias médicas. Este se encargará de analizar el caso y ver si la reclamación tiene posibilidades de prosperar. Si es así, el letrado explicará a su cliente cómo es el proceso legal, cuáles son los plazos y qué derechos le asisten.
En el siguiente paso se profundiza en el caso, lo que suele requerir el paso por peritos que evalúen la situación del afectado y que emitan un informe sobre si a su juicio objetivo se ha producido o no una negligencia médica.
Una vez que toda la documentación está lista y se ha definido la estrategia legal de defensa, entonces se presenta la reclamación.
Reclamación por responsabilidad patrimonial
Si el hecho se produjo en un hospital público, hay que poner en marcha un procedimiento administrativo por responsabilidad patrimonial. A través de él se reclama a la Administración Pública que indemnice los daños y perjuicios provocados por la negligencia o mala praxis de uno de sus empleados.
El plazo para presentar esta reclamación es de un año a partir del momento en que se entiende cometida la negligencia.
Si la Administración no responde frente a esta reclamación, o si deniega la pretensión del afectado, entonces se puede recurrir a la vía judicial. Si la resolución judicial dictada en primera instancia no da la razón al paciente, este tiene a su disposición la posibilidad de interponer recurso y continuar adelante con el proceso hasta agotar la vía judicial.
¿Qué cabe esperar de una reclamación por negligencia médica?
El órgano administrativo competente para resolver sobre la existencia de la negligencia, o el juez en su defecto, evaluarán tres aspectos básicos para determinar si se tiene derecho a percibir una indemnización:
- Si el personal médico actuó de conformidad con los estándares de cuidado establecidos para circunstancias similares.
- Si hay una relación directa de causalidad entre la falta de administración de heparina y los daños sufridos.
- Cuáles son los daños sufridos por el paciente.
Si finalmente se determina que hubo negligencia, a la hora de calcular la indemnización se tienen en cuenta:
- Los gastos médicos del tratamiento pasado y futuro.
- Pérdida de ingresos sufrida por el paciente si la negligencia le ha mantenido apartado de su trabajo.
- Dolor físico y emocional experimentado.
Siempre es mejor reclamar
Una negligencia médica supone siempre un riesgo para la salud del paciente, incluso en aquellos casos en los que una rápida y efectiva intervención posterior soluciona el problema de manera exitosa. Por eso, cuando esta se produce hay que reclamar.
Lo recomendable ante una situación de este tipo es recopilar toda la documentación médica posible y consultar con un abogado especializado en negligencias médicas para recibir asesoramiento personalizado.
Este evaluará la documentación y la situación y ayudará al afectado a decidir si merece la pena iniciar un proceso formal de reclamación ante la Administración y posiblemente en vía judicial.
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